A los genios del gobierno, señores este no es el mapa de la pandemia es el mapa de la recesión financiera que hace unos años afecto a casi todos los países del mundo, ahí vemos que en el mundo el Perú estaba en azul (en el grupo de países con acelerada economía), ello no por la gestión de los gobiernos, fue producto del trabajo de los emprendedores; les explico y entenderán porque fracasa el gobierno en su lucha contra el coronavirus y como ello perjudica nuestra economía: 1.El Perú fue el 1er. País de la región en activar la cuarentena, una excelente y acertada acción, pero luego de ello no sabia que hacer, ignoraba que las FFAA. tienen un plan de control de la ciudadanía en caso de guerra (estamos en guerra contra la pandemia), estos planes tratan de control y abastecimiento logístico para el pueblo peruano. 2.- Al Gobierno se le dijo en reiteradas oportunidades que el Perú es una tierra de emprendedores y no de grandes industrias y empresas. 3.- El gobierno no entiende la realidad peruana, pese a que sabe que el 95% del PBI (producto bruto interno) y el 95% de la fuente generadora de puestos de trabajo son generados por las PYMES y MYPES. 4.- Pero ¿que PYME y MYPES? ¡Ahí está el asunto! porque estas PYMES y MYPES no son las creadas por la clase media alta, son PYMES y MYPES creadas por familias y amigos que juntaron sus ahorros y vendieron sus bienes, formaron su capital social y crearon sus empresas. 5.- Las empresas familiares y negocios (MYPES) creadas por el pueblo, no son "informales" como las tilda el gobierno, pues son estos empresarios los que pagan más impuestos en el Perú (la gran empresa está exonerado de pago de impuestos y otras deben millones de soles en impuestos que el estado cómplice no los cobra), si el empresario del pueblo no paga su impuesto y no esta al día en sus permisos de funcionamiento, de inmediato le cae la SUNAT y la Municipalidad, cerrando sus negocios. 6.- Hace años como se ve en la foto, a nivel mundial se produjo una recesión económica que afectó a casi todos los países del mundo, entre ellos a potencias económicas como EEUU y España, ¿porque no afectó al Perú o no se sintió la recesión?, la respuesta la tenemos en el párrafo (4) de la presente "el capital social de las empresas no era de los bancos y financieras, era dinero del pueblo, dinero que como dicen el pueblo lo tenía bajo el colchón, por ello no les afectó la recesión; cosa muy distinta con lo que ocurrió con empresarios de grandes negocios del Perú (que solo son el 5%) pues a ellos si les afectó ya que casi todos trabajan con los bancos y financieras. 7.- Hoy el gobierno dice que ayuda a las PYMES y MYPES para generar puestos de trabajo, pero pone pautas para el reinicio laboral con formulas otorgadas por genios que no conocen la realidad del Perú y solo imitan lo que ven en el extranjero, formulas que camufladas bajo el pretexto de buscar la "formalidad", solo favorecen a las empresas de la clase media alta y asfixia a las PYMES y MYPES de las empresas familiares, puesto que para acceder a los créditos del gobierno, les piden tener en planilla como minimo 10 trabajadores y haber facturado S/.308,000 en el 2019. 8.- Las medidas tomadas por el gobierno para buscar solucionar el problema de la falta de empleo que tiene el pueblo peruano producto de la pandemia, ponen requisitos de salubridad para que empiecen a trabajar, requisitos que demandan trámites burocráticos y gasto de dinero, dinero que luego de la cuarentena las empresas familiares ya casi no tienen. 8.- Como vemos el gobierno favorece a las grandes empresas y bajo el pretexto de la formalidad lo único que están consiguiendo es quebrar a las PYME y MYPES del pueblo y con ello conseguir que las grandes empresas de sus conveniencia sigan con el monopolio de los mercados de consumo en nuestro país (muchas empresas son extranjeras), monopolio que por años compra a la clase política para seguir lucrando en el Perú y tener ellos la exclusividad vestida de monopolio. 9.- El gobierno tiene que entender que el pueblo peruano es grande y sabe salir de sus problemas en trabajo conjunto, cosa que no les conviene a quienes siempre buscan pisotearlo. 10.- En época de la hiper inflación el pueblo se organizó y salió adelante con los comedores populares, en la época del terrorismo se organizó con los ronderos y comités de auto defensa, en la época del llamado fujishock nacieron las PYMES y MYPES (empresas familiares), que son las que han venido sosteniendo la economía del Perú y generando puestos de trabajo. 11.- Las factorías, pequeños restaurantes, panaderías, imprentas, talleres de Gamarra, comerciantes de mercados, transportistas, depósitos de reciclaje, etc. están a un paso de quebrar si el gobierno no reacciona y dicta medidas que estén dirigidas a las empresa familiares PYMES y MYPES. 12.- El hecho de dar bonos que solo darán pan para unos días y deja al pueblo con hambre y sin trabajo, no surte ni surtirá efecto en esta lucha; debería invertirse y ser el mismo gobierno el que ayude e implemente dichas medidas de salubridad, para que las empresas cumplan con los protocolos de dispuestos y de esa manera se aseguraría que se reactiben, que no quiebren, que continúen generando puestos de trabajo, que el pueblo tenga que comer (puesto que tendría trabajo) y lo principal, el gobierno tendría la seguridad de que las empresas mal llamadas informales, estén cumpliendo las medidas de selubridad, por tanto se estaría garantizando la lucha contra el COVID 19. 13.- El Perú es un TIWAN por la lucha y emprendimiento de su pueblo (empresas familiares), pero no puede desarrollar por culpa de la CORRUPCIÓN de su clase política que impera por décadas en el Perú (si estuviéramos en TIWAN, hace rato que hubieran matado a todos los corruptos). 14.- El Perú si tiene futuro pero hay que reenrrumbar el barco, el aumento de la pandemia no es culpa del pueblo como lo hace ver la prensa que recibe millones, es culpa del gobierno, los malos funcionarios y los grupos de poder, que obligan al pueblo a salir a la calle por hambre; El pueblo peruano es trabajador, no quiere limosnas, quiere trabajo.
CORONAVIRUS
domingo, 31 de mayo de 2020
miércoles, 27 de mayo de 2020
PERDIMOS LA BATALLA Y PERDEREMOS LA GUERRA CONTRA EL COVID-19
Por Cesar Hildebrandt
PERDIMOS LA BATALLA Y PERDEREMOS LA GUERRA
un análisis crudo pero real
Los peruanos hemos enfrentado algunas guerras en nuestra historia republicana, y en la mayoría fuimos derrotados. Antes perdimos porque el enemigo tenía mejores armas y mayor número de soldados. Pero esta vez será distinto. Esta vez perderemos por los motivos más absurdos y vergonzosos.
Perderemos porque no aprovechamos una enorme ventaja que tuvimos: el factor tiempo. Cuánto desearían los italianos y españoles haber conocido la magnitud de esta epidemia con la misma anticipación que nosotros. Aquí, gracias a la prensa y las redes sociales, supimos desde enero que algo terrible estaba ocurriendo en China; pero pensamos que estaba demasiado lejos como para que nos alcanzara. Creímos que sería como aquellas epidemias que, de vez en cuando, se desatan en países africanos y nos confiamos en que pronto la ciencia le hallaría solución.
Perderemos porque, cuando llegó a Europa, mantuvimos la confianza en que aún seguía lejos y que tardaría mucho en llegar aquí, a pesar de que todos los días cientos de peruanos van y vienen, y que hacerlo les toma casi el mismo tiempo que viajar en bus de Chiclayo a Lima. Además, nos confiamos en que, si llegaba al Perú, el gobierno nos avisaría inmediatamente. Y así, recién a partir de entonces tendríamos cuidado.
Perderemos porque una vez anunciado el “caso cero” –y cuando el presidente inicialmente recomendó evitar las reuniones masivas– nosotros hasta hicimos colas para parrandear y lo justificamos desdeñosamente diciendo que recién había un solo infectado en el Perú y que la enfermedad mataba solo a los viejitos. Y ahora que el sistema de salud ha colapsado, resulta que se formaron dos largas colas: una donde trasnochamos esperando por una cama de hospital y otra donde pugnamos por comprar cajas de cerveza. Porque ni frente a la más grande calamidad dejamos de lado nuestros vicios.
Perderemos porque no somos como los habitantes de Vietnam, un país vecino de China y que tiene mucha más pobreza económica que el Perú. Allá, el primer infectado se detectó casi dos meses antes que en el Perú; ellos inmediatamente establecieron una cuarentena que funcionó en solo un mes, con unos cuantos contagiados y ningún fallecido a causa del virus. ¿Y por qué funcionó? Pues porque sus habitantes son responsables y disciplinados. No es casualidad que fueran el único pueblo en el mundo que enfrentó una guerra contra los Estados Unidos y la ganó.
Perderemos porque, cuando el gobierno peruano trató de imitar el ejemplo de ese país, nosotros los ciudadanos no tuvimos la capacidad para hacerlo. ¿Por qué? Pues porque somos indisciplinados, desordenados, rebeldes, insolidarios, egoístas, oportunistas, y un largo etcétera. Porque hace tiempo nuestros antepasados alcanzaron un nivel humano denominado cultura Inca; sin embargo, ahora nosotros hemos degenerado hasta un nivel llamado “cultura combi”. Somos reacios a acatar unas simples reglas de prevención e higiene, pero somos efusivos para atacar al gobierno y culparlo del desastre que nosotros mismos provocamos.
Perderemos porque no recapacitamos ni siquiera cuando llegaron videos de Guayaquil, Ecuador, que mostraban a la gente desesperada quemando cadáveres de sus parientes en las calles. Al verlos dijimos: “¡Qué terrible!... Pero no hay problema porque Vizcarra ya cerró la frontera”. Como si la muerte supiera de fronteras. Ahora vamos por ese mismo camino y hacia el mismo escenario, sobre todo en Lambayeque, Loreto, Lima. Entonces, ya es muy tarde, alguno de ellos será nuestro abuelo, nuestro padre, nuestro hermano… o nuestro hijo.
Perderemos porque tenemos miedo de ser contagiados por los muertos, por aquellos cadáveres que ya no respiran ni estornudan ni tosen y, por ende, no expulsan micropartículas de saliva –esas que contienen el virus–. Sin embargo, no tenemos miedo de interactuar con el vecino, con el bodeguero, con el comerciante, con nuestros clientes. Mientras no estornuden, presumimos que no llevan consigo el virus; y creemos que usar una mascarilla equivale a llevar puesto un traje de bioseguridad.
Perderemos porque fuimos al colegio solo a calentar carpeta; ello acarreó nuestra escasa cultura general. Cuando quisieron cavar una fosa común en un descampado de nuestro distrito, nos opusimos enérgicamente a ello argumentando que el virus saldría de los cadáveres, “caminaría” por el subsuelo y brotaría hacia la superficie para infectarnos. ¡Caray! No sabemos siquiera la diferencia entre un virus, una bacteria y una lombriz de tierra. Y probablemente hasta sintamos temor de que los cuerpos despierten como zombis por la noche y vengan hacia nuestras casas a atacarnos.
Perderemos porque creemos en las palabras de una niña, por el simple hecho que ella aseguró haber “conversado” con Dios. En cambio, no hacemos caso a las súplicas de nuestras autoridades, a pesar de que sus recomendaciones provienen de la ciencia. Porque todavía en estos tiempos, en vez de acudir a un médico, le confiamos nuestra salud a un brujo que nos ofrece yerbas, o a un pastor de iglesia solo porque nos asegura que Dios le dio poderes sanatorios.
Perderemos porque cuando fuimos al banco, donde se formaba una cola y la gente aún guardaba cierta distancia, nosotros aprovechamos el descuido de alguien para “zamparnos” en ella. Porque con nuestra viveza y criollada generamos desorden y provocamos que se formaran los peligrosos “trencitos”. Porque para nosotros comprar significa exigirle al vendedor que nos atienda primero e implica apegarnos al mostrador para evitar que otro se nos adelante.
Perderemos porque no somos empáticos. Porque un día enfermamos, nos detectaron el virus y nos ordenaron no salir de casa. Pero, al ver que nuestros síntomas eran mínimos, decidimos abrir nuestro puesto en el mercado y le vendimos nuestros productos al prójimo, quienes de yapa se llevaron el virus. Porque en nuestra farmacia multiplicamos hasta por cinco el precio del alcohol, pese a que las fábricas lo siguen produciendo con normalidad y casi al mismo precio de siempre.
Perderemos porque, una vez finalizada la cuarentena, volveremos a nuestra rutina. Nuevamente abarrotaremos el micro, la combi y el colectivo, con la mascarilla mal puesta y confiando en que el cobrador y el resto de pasajeros estarán sanos. Por prevención, saludaremos y despediremos a nuestros amigos chocando los codos; pero nos jugaremos con ellos una pichanga sin importar que nuestros gases pulmonares se entremezclen dentro de la cancha. Nos reuniremos a tomar unos tragos con ellos, obviamente cada quien con su vaso; pero en una de esas, “sin querer queriendo”, nos contagiaremos y llevaremos el virus a casa.
Perderemos porque, una vez que los restaurantes implementen el sistema de ventas por delivery, confiaremos en que el propietario será riguroso con su personal en la higiene y prevención del Covid-19. Sí, ese mismo restaurante que suele tener como huéspedes a cucarachas y ratas. Pero nosotros, al ver que su repartidor usa gorro, mascarilla y guantes, confiaremos en que todo está bien con la comida que nos llevaremos a la boca.
Perderemos porque pudimos haber ganado esta guerra en menos de un mes. Nuestro aparato económico pudo haber resistido y todas las actividades haberse reestablecido con una mínima recesión. Pero simple y llanamente no quisimos. Preferimos ser los mismos de siempre; quizá hasta peores que nunca. Ahora se nos viene una de las mayores crisis económicas y sociales de la historia. Si antes del coronavirus ya abundaban la informalidad, la violencia y la delincuencia, lo que sigue es más que desalentador.
Perderemos porque, así como en el fútbol, para ganar una copa mundial no basta con mandar al campo once peloteros y pedirles que imiten el sistema de juego de los últimos campeones. Para lograrlo es necesario, además, contar con futbolistas de ese mismo nivel. Entonces, no se trataba de imitar una medida de aislamiento que funcionó en otros países; era necesario que nosotros actuemos como los ciudadanos vietnamitas, chinos, coreanos o japoneses. Pero no tenemos ese nivel cultural; esta vez, como nunca antes, nos hemos comportado como verdaderos peruanos.
PERDIMOS LA BATALLA Y PERDEREMOS LA GUERRA
un análisis crudo pero real
Los peruanos hemos enfrentado algunas guerras en nuestra historia republicana, y en la mayoría fuimos derrotados. Antes perdimos porque el enemigo tenía mejores armas y mayor número de soldados. Pero esta vez será distinto. Esta vez perderemos por los motivos más absurdos y vergonzosos.
Perderemos porque no aprovechamos una enorme ventaja que tuvimos: el factor tiempo. Cuánto desearían los italianos y españoles haber conocido la magnitud de esta epidemia con la misma anticipación que nosotros. Aquí, gracias a la prensa y las redes sociales, supimos desde enero que algo terrible estaba ocurriendo en China; pero pensamos que estaba demasiado lejos como para que nos alcanzara. Creímos que sería como aquellas epidemias que, de vez en cuando, se desatan en países africanos y nos confiamos en que pronto la ciencia le hallaría solución.
Perderemos porque, cuando llegó a Europa, mantuvimos la confianza en que aún seguía lejos y que tardaría mucho en llegar aquí, a pesar de que todos los días cientos de peruanos van y vienen, y que hacerlo les toma casi el mismo tiempo que viajar en bus de Chiclayo a Lima. Además, nos confiamos en que, si llegaba al Perú, el gobierno nos avisaría inmediatamente. Y así, recién a partir de entonces tendríamos cuidado.
Perderemos porque una vez anunciado el “caso cero” –y cuando el presidente inicialmente recomendó evitar las reuniones masivas– nosotros hasta hicimos colas para parrandear y lo justificamos desdeñosamente diciendo que recién había un solo infectado en el Perú y que la enfermedad mataba solo a los viejitos. Y ahora que el sistema de salud ha colapsado, resulta que se formaron dos largas colas: una donde trasnochamos esperando por una cama de hospital y otra donde pugnamos por comprar cajas de cerveza. Porque ni frente a la más grande calamidad dejamos de lado nuestros vicios.
Perderemos porque no somos como los habitantes de Vietnam, un país vecino de China y que tiene mucha más pobreza económica que el Perú. Allá, el primer infectado se detectó casi dos meses antes que en el Perú; ellos inmediatamente establecieron una cuarentena que funcionó en solo un mes, con unos cuantos contagiados y ningún fallecido a causa del virus. ¿Y por qué funcionó? Pues porque sus habitantes son responsables y disciplinados. No es casualidad que fueran el único pueblo en el mundo que enfrentó una guerra contra los Estados Unidos y la ganó.
Perderemos porque, cuando el gobierno peruano trató de imitar el ejemplo de ese país, nosotros los ciudadanos no tuvimos la capacidad para hacerlo. ¿Por qué? Pues porque somos indisciplinados, desordenados, rebeldes, insolidarios, egoístas, oportunistas, y un largo etcétera. Porque hace tiempo nuestros antepasados alcanzaron un nivel humano denominado cultura Inca; sin embargo, ahora nosotros hemos degenerado hasta un nivel llamado “cultura combi”. Somos reacios a acatar unas simples reglas de prevención e higiene, pero somos efusivos para atacar al gobierno y culparlo del desastre que nosotros mismos provocamos.
Perderemos porque no recapacitamos ni siquiera cuando llegaron videos de Guayaquil, Ecuador, que mostraban a la gente desesperada quemando cadáveres de sus parientes en las calles. Al verlos dijimos: “¡Qué terrible!... Pero no hay problema porque Vizcarra ya cerró la frontera”. Como si la muerte supiera de fronteras. Ahora vamos por ese mismo camino y hacia el mismo escenario, sobre todo en Lambayeque, Loreto, Lima. Entonces, ya es muy tarde, alguno de ellos será nuestro abuelo, nuestro padre, nuestro hermano… o nuestro hijo.
Perderemos porque tenemos miedo de ser contagiados por los muertos, por aquellos cadáveres que ya no respiran ni estornudan ni tosen y, por ende, no expulsan micropartículas de saliva –esas que contienen el virus–. Sin embargo, no tenemos miedo de interactuar con el vecino, con el bodeguero, con el comerciante, con nuestros clientes. Mientras no estornuden, presumimos que no llevan consigo el virus; y creemos que usar una mascarilla equivale a llevar puesto un traje de bioseguridad.
Perderemos porque fuimos al colegio solo a calentar carpeta; ello acarreó nuestra escasa cultura general. Cuando quisieron cavar una fosa común en un descampado de nuestro distrito, nos opusimos enérgicamente a ello argumentando que el virus saldría de los cadáveres, “caminaría” por el subsuelo y brotaría hacia la superficie para infectarnos. ¡Caray! No sabemos siquiera la diferencia entre un virus, una bacteria y una lombriz de tierra. Y probablemente hasta sintamos temor de que los cuerpos despierten como zombis por la noche y vengan hacia nuestras casas a atacarnos.
Perderemos porque creemos en las palabras de una niña, por el simple hecho que ella aseguró haber “conversado” con Dios. En cambio, no hacemos caso a las súplicas de nuestras autoridades, a pesar de que sus recomendaciones provienen de la ciencia. Porque todavía en estos tiempos, en vez de acudir a un médico, le confiamos nuestra salud a un brujo que nos ofrece yerbas, o a un pastor de iglesia solo porque nos asegura que Dios le dio poderes sanatorios.
Perderemos porque cuando fuimos al banco, donde se formaba una cola y la gente aún guardaba cierta distancia, nosotros aprovechamos el descuido de alguien para “zamparnos” en ella. Porque con nuestra viveza y criollada generamos desorden y provocamos que se formaran los peligrosos “trencitos”. Porque para nosotros comprar significa exigirle al vendedor que nos atienda primero e implica apegarnos al mostrador para evitar que otro se nos adelante.
Perderemos porque no somos empáticos. Porque un día enfermamos, nos detectaron el virus y nos ordenaron no salir de casa. Pero, al ver que nuestros síntomas eran mínimos, decidimos abrir nuestro puesto en el mercado y le vendimos nuestros productos al prójimo, quienes de yapa se llevaron el virus. Porque en nuestra farmacia multiplicamos hasta por cinco el precio del alcohol, pese a que las fábricas lo siguen produciendo con normalidad y casi al mismo precio de siempre.
Perderemos porque, una vez finalizada la cuarentena, volveremos a nuestra rutina. Nuevamente abarrotaremos el micro, la combi y el colectivo, con la mascarilla mal puesta y confiando en que el cobrador y el resto de pasajeros estarán sanos. Por prevención, saludaremos y despediremos a nuestros amigos chocando los codos; pero nos jugaremos con ellos una pichanga sin importar que nuestros gases pulmonares se entremezclen dentro de la cancha. Nos reuniremos a tomar unos tragos con ellos, obviamente cada quien con su vaso; pero en una de esas, “sin querer queriendo”, nos contagiaremos y llevaremos el virus a casa.
Perderemos porque, una vez que los restaurantes implementen el sistema de ventas por delivery, confiaremos en que el propietario será riguroso con su personal en la higiene y prevención del Covid-19. Sí, ese mismo restaurante que suele tener como huéspedes a cucarachas y ratas. Pero nosotros, al ver que su repartidor usa gorro, mascarilla y guantes, confiaremos en que todo está bien con la comida que nos llevaremos a la boca.
Perderemos porque pudimos haber ganado esta guerra en menos de un mes. Nuestro aparato económico pudo haber resistido y todas las actividades haberse reestablecido con una mínima recesión. Pero simple y llanamente no quisimos. Preferimos ser los mismos de siempre; quizá hasta peores que nunca. Ahora se nos viene una de las mayores crisis económicas y sociales de la historia. Si antes del coronavirus ya abundaban la informalidad, la violencia y la delincuencia, lo que sigue es más que desalentador.
Perderemos porque, así como en el fútbol, para ganar una copa mundial no basta con mandar al campo once peloteros y pedirles que imiten el sistema de juego de los últimos campeones. Para lograrlo es necesario, además, contar con futbolistas de ese mismo nivel. Entonces, no se trataba de imitar una medida de aislamiento que funcionó en otros países; era necesario que nosotros actuemos como los ciudadanos vietnamitas, chinos, coreanos o japoneses. Pero no tenemos ese nivel cultural; esta vez, como nunca antes, nos hemos comportado como verdaderos peruanos.
lunes, 4 de mayo de 2020
La OMS tiene pruebas de que el virus es de origen natural
El director ejecutivo para Emergencias Sanitarias de la OMS, Mike Ryan, ha
anunciado que la organización tiene pruebas de la secuencia genética del
coronavirus que demuestran que el virus es de origen natural.
En una conferencia de prensa este lunes, funcionarios de la OMS afirmaron queanunciado que la organización tiene pruebas de la secuencia genética del
coronavirus que demuestran que el virus es de origen natural.
evidencia basada en cerca de 15.000 muestras completamente secuenciadas del
coronavirus sugiere que este es de origen natural, y que no habían visto
indicios de que un laboratorio hubiera estado involucrado en la creación del virus.
"Lo que realmente necesitamos entender es el vínculo intermedio, el animal
que fue infectado por murciélagos y que luego infectó a los humanos (...) De todas
las pruebas que hemos visto, de todas las secuencias disponibles (...) este virus es de
origen natural. Pero aún necesitamos encontrar el huésped intermedio en China",
dijo, a su vez, Maria Van Kerkhove, jefa técnica del Programa de Emergencias de la OMS.
Según Mike Ryan, las afirmaciones de que el virus se originó en un laboratorio chino de
Wuhan son "especulativas" desde la perspectiva de la OMS. El experto de la OMS
pide una investigación del origen del virus "basada en la ciencia" y no en la política.
El experto aseguró que no ha recibido de EE.UU. datos pertinentes sobre el supuesto
origen del virus y agregó que se necesita entender más sobre el mismo.
"No hemos recibido ningún dato o evidencia específica del Gobierno de EE.UU. en relación
con el supuesto origen [del coronavirus]. Desde nuestra perspectiva, esto sigue siendo especulativo. Si esos datos y pruebas están disponibles, será el Gobierno de EE.UU. el
que decida cuándo se pueden compartir", agregó Ryan.
El secretario de Estado de EE.UU., Mike Pompeo, expresó el pasado domingo que
considera que existe una "evidencia enorme" de que el coronavirus se originó en un
laboratorio chino de Wuhan. El presidente del país, Donald Trump, también endureció
su retórica enrelación a China y declaró que es posible que Pekín no pudiera contener el
brote del covid-19 o bien dejara que el virus se propagara.
Por su parte, el Instituto de Virología de Wuhan niega rotundamente ser el origen
del covid-19, subrayando que "no hay forma" de que provenga de su laboratorio.
domingo, 3 de mayo de 2020
BITACORA DEL DOLOR:LOS FALLECIDOS
ACTUALIZACIÓN: El Perú tiene 1200 fallecidos por Covid-19. El Ministerio de Salud (Minsa) oficializó hoy el deceso de 76 personas. Las muertes se registraron en Lima y diferentes regiones del norte, centro y sur del país desde el 19 de marzo. El Gobierno detectó el primer caso de la pandemia el 6 de marzo.
19 Marzo, 2020
Actualización: 2 de mayo (1:38 p.m.)
El Ministerio de Salud de Perú (Minsa) empezó informando casi diariamente del fallecimiento de pacientes enfermos por Covid-19. Desde la primera muerte por esta infección, el 19 de marzo, las autoridades reportaron de manera detallada los decesos ocurridos en días anteriores a la emisión de sus comunicados.
Sin embargo, desde el 3 de abril, el Minsa dejó de brindar información detallada de los muertos, tal como venía haciendo en sus comunicados de prensa, y empezó a centralizar sus reportes en su plataforma web.
Desde el lunes 13, la plataforma online del Minsa empezó a actualizar sus estadísticas de manera tardía, siendo más detallada la información brindada por dicha entidad a través de su boletín diario. Los anuncios de decesos que realiza el Minsa a diario no necesariamente corresponden con la fecha exacta de la muerte.
Sábado 2 de mayo
El Minsa reportó 76 nuevos fallecimientos.
Viernes 1 de mayo
El Minsa oficializó el deceso de 73 nuevas personas.
Jueves 30 de abril
El Minsa informó el deceso de 108 personas. Cifra mucho mayor de nuevos decesos en comparación con el registro del día anterior.
Miércoles 29 de abril
El Minsa informó el deceso de 89 personas. De esta forma se rompió el récord de fallecidos establecido el día anterior.
Martes 28 de abril
El Minsa informó de 72 nuevos decesos. De esta forma se rompió el récord de fallecidos establecido el pasado sábado 25 de abril.
Lunes 27 de abril
El Minsa reportó el fallecimiento de 54 nuevas personas.
Domingo 26 de abril
El Minsa reportó 28 nuevos fallecimientos.
Sábado 25 de abril
El Minsa reportó 66 nuevos decesos. Esta nueva cifra bate el récord de fallecidos anunciados por el Gobierno.
Viernes 24 de abril
El Minsa informó de 62 nuevas muertes, la cifra más alta reportada en un día por las autoridades sanitarias.
Jueves 23 de abril
El presidente Martín Vizcarra anuncia en conferencia de prensa que a la fecha han fallecido 572 personas: 42 nuevos decesos en las últimas horas. El Minsa luego detalló las cifras.
Miércoles 22 de abril
La plataforma digital del Minsa actualizó sus cifras y dio cuenta del fallecimiento de otras 46 personas a nivel nacional.
Martes 21 de abril
El Minsa informó de 39 nuevos fallecidos por Covid-19.
Lunes 20 de abril
El Minsa reportó 45 nuevos fallecidos por Covid-19.
Domingo 19 de abril
El Minsa actualizó su lista de decesos agregando 52 nuevos fallecidos.
Sábado 18 de abril
El Minsa reportó 48 nuevos fallecidos por la pandemia, según su último reporte.
Viernes 17 de abril
El Minsa reportó 26 nuevos decesos a consecuencia del Covid-19
Jueves 16 de abril
El Minsa informó del deceso de 20 nuevas personas.
Miércoles 15 de abril:
El Minsa reportó la muerte de otras 24 personas por la pandemia.
Martes 14 de abril:
El Minsa oficializó la muerte otras 14 personas por Covid-19.
Lunes 13 de abril:
El Minsa reportó el fallecimiento de 23 nuevas personas a consecuencia de nuevo coronavirus
Domingo 12 de abril:
El Minsa actualizó su informe diario sobre decesos a causa del Covid-19: 12 fallecidos.
Sábado 11 de abril:
El Minsa reportó el deceso de 12 personas a consecuencia del nuevo coronavirus.
Viernes 10 de abril:
El Minsa oficializó la muerte de 31 personas debido a la enfermedad. Esta es la cifra más alta anunciada en un solo día desde que se reportó el primer caso en marzo.
Jueves 9 de abril:
El Minsa oficializó el fallecimiento de 17 personas a consecuencia del Covid-19.
Miércoles 8 de abril:
El Minsa reportó el deceso de 15 personas a causa de la enfermedad.
Martes 7 de abril:
El Minsa oficializó el fallecimiento de 15 personas por Covid-19. Con esta nueva cifra, el Perú llegó a los 107 decesos originados por dicha enfermedad, desde que se anunció el primer caso el seis de marzo.
Lunes 6 de abril:
El Minsa envío un informe sobre decesos ocasionados por la pandemia. Se sumaron nueve fallecidos en diferentes hospitales del país.
Domingo 5 de abril:
El Minsa reportó diez nuevos fallecidos en la actualización de su plataforma denominada Sala Situacional Covid-19.
Sábado 4 de abril:
El Minsa actualizó su reporte de fallecidos a nivel nacional. Doce decesos ocurrieron esta jornada.
Viernes 3 de abril:
El Minsa informó de la muerte de seis personas, pero sin brindar mayor información sobre los fallecidos. Por primera vez solo se reportaron las cifras en su portal oficial.
Jueves 2 de abril: ocho fallecidos
El Minsa reportó la muerte de ocho personas (cinco hombres y tres mujeres) entre el 30 de marzo y el 1 de abril. Seis de ellos murieron en hospitales de Lima y dos en Tumbes y Junín.
Miércoles 1 de abril: 17 nuevos fallecidos
El Minsa informó en la tarde el fallecimiento de ocho personas (seis hombres y dos mujeres) entre el 27 de marzo y el 31 de marzo. Siete murieron en Lima y una en Lambayeque. En la noche, la misma entidad reportó otros nueve fallecidos: seis hombres y tres mujeres.
Martes 31 de marzo: seis nuevos fallecidos
El Minsa informó del fallecimiento de seis personas (cinco hombres y una mujer) entre el 29 y el 31 de marzo. Cuatro de ellos fallecieron en Lima y dos en las regiones de Tumbes y San Martín.
Lunes 30 de marzo: seis fallecidos
El Minsa oficializó el fallecimiento de seis personas (cuatro mujeres y dos hombres) entre el 28 y el 30 de marzo. Dos de ellas fallecieron en el Hospital Regional de Loreto y los restantes en el Hospital Alberto Sologuren (Callao), Hospital de la Policía Nacional del Perú (Lima), Hospital 2 de Mayo (Lima) y Hospital de Emergencias de Villa El Salvador.
Domingo 29 de marzo: un fallecido en Lima y otro en Áncash
El Minsa informó de la muerte de dos personas. La primera, un hombre de 91 años, falleció en el Hospital Guillermo Almenara de Lima por neumonía e infección por Covid-19. Su deceso ocurrió el 27 de marzo a las 12:30 p.m. La segunda, una mujer de 66 años con obesidad mórbida, falleció por el mismo motivo. Ella murió en el Hospital III de Chimbote (Áncash) el 28 de marzo.
Sábado 28 de marzo: reportan cinco fallecidos
El Minsa reportó el fallecimiento de cinco personas, dos de ellas en Lima, una en El Callao y otras dos en Cusco y Lambayeque. De las cinco personas, dos fallecieron el jueves 26, pero recién hoy se oficializó su deceso, mientras que los tres restantes murieron el viernes 27. De los fallecidos, solo uno había estado fuera del país recientemente, en Hong Kong.
Viernes 27 de marzo: un fallecido en Lima y otro en La Libertad
El Minsa informó de dos nuevos fallecidos por la enfermedad causada por el virus SARS-Cov2. El primero, un hombre de 56 años, murió en el Hospital Regional Docente de Trujillo (La Libertad) luego de presentar insuficiencia respiratoria aguda-grave e infección por Covid-19. Según el comunicado del Minsa, "fue trasladado a UCI, en donde su evolución fue desfavorable". Su deceso ocurrió ayer jueves a las 9:30 a.m.
También falleció un hombre de 65 años con antecedentes de cáncer cerebral. Había sido internado el 21 de marzo en el Hospital Nacional Dos de Mayo de Lima. Ingresó a UCI, en donde se le brindó oxigenoterapia por presentar infección por Covid-19. Su muerte ocurrió ayer jueves 26 a las 12:40 p.m.
Miércoles 25 de marzo: reportan dos fallecidos del día anterior
El Minsa reportó el fallecimiento de una persona de 76 años, de nacionalidad mexicana, que presentaba insuficiencia respiratoria, así como diabetes y enfermedades cardíacas preexistentes. El paciente estuvo internado en el Hospital Antonio Lorena del Cusco y fue conducido a la Unidad de Cuidados Intensivos por Covid-19. Su deceso ocurrió ayer martes a las 08:00 a.m., pero recién hoy se confirmó de manera pública su fallecimiento.
Además, se informó de la muerte de un hombre 94 años por coronavirus. La persona se encontraba internada en el hospital Edgardo Rebagliati y presentaba insuficiencia renal y bronquitis crónica. Fue conducido a UCI y tenía diabetes como enfermedad preexistente. Su deceso también ocurrió ayer a las 5:30 p.m.
Martes 24 de marzo: un fallecido en Lima y otro en La Libertad
El Minsa informó del fallecimiento de dos personas. El primer caso corresponde a un hombre de 38 años "con obesidad preexistente y antecedentes de contacto laboral con positivo a Covid-19 en Canadá". Ingresó al Hospital Eduardo Rebagliati el 22 de marzo a las 11:00 a.m. por insuficiencia respiratoria. Luego fue trasladado al área de trauma shock por infección respiratoria, neumonía atípica e infección por la enfermedad.
El segundo caso corresponde a una mujer de 66 años que regresó de España el 14 de marzo. La persona fue internada en el Hospital de Alta Complejidad Virgen de la Puerta - Red Asistencia de La Libertad por "insuficiencia respiratoria aguda, neumonía e infección por Covid-19". Su deceso ocurrió a las 9:35 a.m. de hoy.
Sábado 21 de marzo: hombre falleció en Piura
El Minsa reportó que un hombre de 83 años con "antecedentes de contacto familiar procedente de Europa" falleció en la Unidad de Cuidados Intensivos del Hospital Regional Cayetano Heredia (Essalud Piura). El paciente presentaba insuficiencia respiratoria y neumonía atípica. Su deceso ocurrió a las 07:00 a.m. Este el primer fallecido por Covid-19 fuera de Lima.
Viernes 20 de marzo: mujer falleció en el Rebagliati
El Minsa informó que una mujer de 75 años, con antecedentes de haber viajado a España, falleció luego de ser internada el 19 de marzo en la Unidad de Cuidados Intensivos del hospital Edgardo Rebagliati. Al ingresar al nosocomio presentaba insuficiencia respiratoria y neumonía. "Su evolución fue desfavorable produciéndose su deceso por un paro cardiorespiratorio a las 09:17 a.m. horas de hoy", dice el comunicado.
Jueves 19 de marzo: primera jornada fatal dejó tres fallecidos
El Minsa confirmó el deceso de tres personas a causa del Covid-19: tres hombres de 78, 69 y 47 años.
En horas de la tarde el Minsa había reportado la primera muerte. Se trataba de un varón de 78 años con antecedentes de hipertensión arterial, quien ingresó el último 17 de marzo a la Unidad de Cuidados Intensivos (UCI) del Hospital de la Fuerza Aérea del Perú debido a que presentaba insuficiencia respiratoria severa.
En la noche, la misma institución informó de otros dos fallecidos. La segunda víctima de esta jornada fue un hombre de 47 años "con antecedentes de viaje a España, que presentaba asma bronquial y obesidad". El paciente estaba internado en la UCI del Hospital 2 de Mayo por presentar insuficiencia respiratoria y shock séptico. "Su evolución fue desfavorable produciéndose su muerte a las 6:15 p.m", dice el comunicado.
Según el mismo reporte oficial, el tercer caso corresponde a un paciente de 69 años, "también con antecedentes de viaje a España", que fue atendido en el hospital Edgardo Rebagliati por un cuadro respiratorio. Esta persona, de acuerdo a dicho comunicado, posteriormente falleció en su domicilio.
De acuerdo a los lineamientos del Documento Técnico: Atención y Manejo Clínico de Casos de Covid-19, Escenario de Transmisión Focalizada, aprobado el 7 de marzo pasado por el Minsa, el cuerpo de un caso confirmado de Covid-19 deberá ser cremado.
Además de la cremación, según las recomendaciones del protocolo del Minsa, el cuerpo de un fallecido debe ser retirado de la sala de aislamiento del nosocomio bajo una serie de requisitos, entre los que se encuentran que el personal encargado deba llevar un Equipo de Protección Personal (EPP).
Luego el cadáver será colocado en una bolsa impermeable que se sellará antes de ser retirado de la sala de aislamiento para ser conducido al mortuorio, entre otros puntos considerados en el protocolo.
El documento también recomienda que el personal médico debe estar dotado de una indumentaria especial para intervenir cadáveres de este tipo: ropa quirúrgica, que consta de camiseta y pantalón, mandilón impermeable de manga larga, máscara quirúrgica, respirador N95, gorro, botas o cobertores impermeables para zapatos, entre otros.
El Perú anunció su primer caso el viernes 6 de marzo y se encuentra bajo Estado de Emergencia desde el pasado 16 de marzo para frenar la expansión del virus. Dicho estado incluye el toque de queda de 8:00 p.m. a 5:00 p.m.
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EL LADO BUENO DEL CORONAVIRUS (CESAR HILDEBRANDT)
"EL LADO BUENO DEL CORONAVIRUS
Por César Hildebrandt
Es el fin de una civilización pensada por piratas y operada por asesinos y saqueadores. Y no ha sido necesario un Cromwell o un Napoleón para que nos enteráramos. Ha bastado un zombi microscópico para que las caretas se cayeran y el carnaval desnudase sus miserias. Un virus ha revelado cuán enfermos estábamos de podredumbre, de desigualdad, de planetaria inviabilidad.
La Europa-modelo yace ahora en una UCI, los Estados Unidos confederados y trumpistas descansan en una fosa común en un islote neoyorquino. Y los países de esta América Latina, que se independizaron para imitar voluntariamente a quienes los colonizaron, ven en el espejo sus rostros verdaderos: los de una periferia decadente y casi irrelevante.
Qué miedo tiene la derecha de que el pueblo se entere de dónde son los cantantes, el terror vuelve furiosos a sus perros, histéricas a sus damiselas, incontinentes a sus propagandistas.
Y sí, pues. El mundo que se ha venido abajo es de derechas. Cómo que no.
De derecha es el crimen de fomentar el aumento de la desigualdad, el saqueo sonámbulo de los recursos, el calentamiento global (negado después por sus escribas). De derecha es el creacionismo, la economía de las corporaciones mandatorias, el soborno con que las petroleras pagan fundaciones que luego aceitan a los opinólogos de la Fox y afines. De derecha es el mundo después de la implosión del comunismo estalinista. De derecha es la China que compra empresas mineras y maltrata a sus trabajadores, como bien sabemos por aquí.
La derecha quería un Estado ínfimo. Allí lo tienen.
Quería que el mercado se ajustase por sí mismo y que la mano invisible decidiera. Pues allí está la batalla por la compra de mascarillas y respiradores mecánicos, batalla perdida para los chicos y donde solo los matones de gran tamaña –Estados Unidos, Alemania, China– entran a tallar con alguna posibilidad de éxito.
¿Querían un mundo donde lo privado prevaleciese y lo público fuese una maldición de algún pasado reformista? Aquí está: el presupuesto para el sector salud condena a los más pobres a morir de desatención y negligencia. Si eres pobre y no pagas, muérete. Es la eutanasia pensada por Milton Friedman.
¿Quién desalentó la educación pública e instigó la proliferación de las universidades mafiosas y los colegios privados de segunda y tercera? Fue la derecha, encarnada en Fujimori, Toledo, García o Humala (rehecho a punta de CONFIEP y Odebrecht). La derecha nos ha gobernado cuando ganó las elecciones y nos ha gobernado cuando las perdió convirtiendo a los inquilinos de Palacio en servidores siempre intimidados.
La derecha mundial –con sus poco creativas franquicias latinoamericanas haciendo de parlante– es la que nos ha llevado al callejón sin salida de suponer que el capitalismo es el contrato social insuperable. Lo cierto es que el capitalismo es la hechura del instinto, el saldo de la caverna, el modelo perfecto de la autoextinción. No habrá futuro sin un cierto grado de socialismo en la redistribución. No habrá sostenibilidad posible sin considerar al planeta como un anfitrión que exige respeto. No habrá humanidad sobreviviente sin empatía por los marginados. No habrá paz sin compasión. Y el capitalismo odia la compasión. La derecha aspira a que el mercado decida qué viejo debe vivir y cuál debe morir ante la escasez programada de recursos clínicos.
Es hora de entender que debemos agradecerle al COVID-19 haber hecho la obra que muchos no querían enfrentar. Gracias a él, los vestuarios se han caído y al maquillaje se lo ha llevado la lluvia de muertos y de lágrimas. Este mundo imposible de egoísmos monstruosos, de trillonarios que inventan formas de comunicación para gente que tiene cada vez menos cosas que decirse, de agenda monocorde y resignación, tiene que cambiar. Ha empezado el último capítulo de una civilización irresponsable y arrogante que produjo un mundo sin valores. Es el final de una era en la que la felicidad consistía en comprar lo que no requeríamos, pensar lo que nos sugerían, odiar lo que nos indicaban y aceptar que toda esa mierda era la vida veloz que nos prestaban. Si Roma cayó ¿por qué no habría de caer el imperio mundial de las Merkel, los Trump, los Conte?
La derecha tiene miedo de que la gente, en mancha, se dé cuenta de todo eso. No quiere que le recuerden cómo fue que Fujimori decidió «constitucionalmente» la subsidiaridad del Estado y cómo fue que el sinvergüenza de su ministro de Economía creó las AFP, para hacerse, después, director de una de ellas. No quiere la derecha que recordemos cómo e que ella está detrás de la concentración empresarial, las leyes antilaborales, la baratura del cholo. Los sin casa, los sin agua, los sin futuro no son creación milagrosa: son parte de una visión del mundo que comparten los grandes empresarios y sus medios de comunicación.
Un bicho llamado COVID-19 se esparce mundialmente, se apodera de nuestros cuerpos, narcotiza nuestro mecanismo de defensa y nos mata. Muchos empiezan a darse cuenta de que esa entidad maligna actúa como el sistema económico y social que la derecha quiere preservar a cualquier costo."
Por César Hildebrandt
Es el fin de una civilización pensada por piratas y operada por asesinos y saqueadores. Y no ha sido necesario un Cromwell o un Napoleón para que nos enteráramos. Ha bastado un zombi microscópico para que las caretas se cayeran y el carnaval desnudase sus miserias. Un virus ha revelado cuán enfermos estábamos de podredumbre, de desigualdad, de planetaria inviabilidad.
La Europa-modelo yace ahora en una UCI, los Estados Unidos confederados y trumpistas descansan en una fosa común en un islote neoyorquino. Y los países de esta América Latina, que se independizaron para imitar voluntariamente a quienes los colonizaron, ven en el espejo sus rostros verdaderos: los de una periferia decadente y casi irrelevante.
Qué miedo tiene la derecha de que el pueblo se entere de dónde son los cantantes, el terror vuelve furiosos a sus perros, histéricas a sus damiselas, incontinentes a sus propagandistas.
Y sí, pues. El mundo que se ha venido abajo es de derechas. Cómo que no.
De derecha es el crimen de fomentar el aumento de la desigualdad, el saqueo sonámbulo de los recursos, el calentamiento global (negado después por sus escribas). De derecha es el creacionismo, la economía de las corporaciones mandatorias, el soborno con que las petroleras pagan fundaciones que luego aceitan a los opinólogos de la Fox y afines. De derecha es el mundo después de la implosión del comunismo estalinista. De derecha es la China que compra empresas mineras y maltrata a sus trabajadores, como bien sabemos por aquí.
La derecha quería un Estado ínfimo. Allí lo tienen.
Quería que el mercado se ajustase por sí mismo y que la mano invisible decidiera. Pues allí está la batalla por la compra de mascarillas y respiradores mecánicos, batalla perdida para los chicos y donde solo los matones de gran tamaña –Estados Unidos, Alemania, China– entran a tallar con alguna posibilidad de éxito.
¿Querían un mundo donde lo privado prevaleciese y lo público fuese una maldición de algún pasado reformista? Aquí está: el presupuesto para el sector salud condena a los más pobres a morir de desatención y negligencia. Si eres pobre y no pagas, muérete. Es la eutanasia pensada por Milton Friedman.
¿Quién desalentó la educación pública e instigó la proliferación de las universidades mafiosas y los colegios privados de segunda y tercera? Fue la derecha, encarnada en Fujimori, Toledo, García o Humala (rehecho a punta de CONFIEP y Odebrecht). La derecha nos ha gobernado cuando ganó las elecciones y nos ha gobernado cuando las perdió convirtiendo a los inquilinos de Palacio en servidores siempre intimidados.
La derecha mundial –con sus poco creativas franquicias latinoamericanas haciendo de parlante– es la que nos ha llevado al callejón sin salida de suponer que el capitalismo es el contrato social insuperable. Lo cierto es que el capitalismo es la hechura del instinto, el saldo de la caverna, el modelo perfecto de la autoextinción. No habrá futuro sin un cierto grado de socialismo en la redistribución. No habrá sostenibilidad posible sin considerar al planeta como un anfitrión que exige respeto. No habrá humanidad sobreviviente sin empatía por los marginados. No habrá paz sin compasión. Y el capitalismo odia la compasión. La derecha aspira a que el mercado decida qué viejo debe vivir y cuál debe morir ante la escasez programada de recursos clínicos.
Es hora de entender que debemos agradecerle al COVID-19 haber hecho la obra que muchos no querían enfrentar. Gracias a él, los vestuarios se han caído y al maquillaje se lo ha llevado la lluvia de muertos y de lágrimas. Este mundo imposible de egoísmos monstruosos, de trillonarios que inventan formas de comunicación para gente que tiene cada vez menos cosas que decirse, de agenda monocorde y resignación, tiene que cambiar. Ha empezado el último capítulo de una civilización irresponsable y arrogante que produjo un mundo sin valores. Es el final de una era en la que la felicidad consistía en comprar lo que no requeríamos, pensar lo que nos sugerían, odiar lo que nos indicaban y aceptar que toda esa mierda era la vida veloz que nos prestaban. Si Roma cayó ¿por qué no habría de caer el imperio mundial de las Merkel, los Trump, los Conte?
La derecha tiene miedo de que la gente, en mancha, se dé cuenta de todo eso. No quiere que le recuerden cómo fue que Fujimori decidió «constitucionalmente» la subsidiaridad del Estado y cómo fue que el sinvergüenza de su ministro de Economía creó las AFP, para hacerse, después, director de una de ellas. No quiere la derecha que recordemos cómo e que ella está detrás de la concentración empresarial, las leyes antilaborales, la baratura del cholo. Los sin casa, los sin agua, los sin futuro no son creación milagrosa: son parte de una visión del mundo que comparten los grandes empresarios y sus medios de comunicación.
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sábado, 25 de abril de 2020
¿Qué le pasa a tu cuerpo si te contagias de coronavirus?
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